Creo que aún guarda el sabor de lo que es un reloj con edad.
A mi, personalmente, me está hablando.
Y es como tomar un café con un hombre de avanzada edad que te habla de sus vivencias, de anécdotas de la guerra, de lo que luchó por sacar adelante a su familia, de sus pillerías, de sus miserias, de sus logros, de penas y alegrías...
Un hombre de barba vetusta, con sus gafas de pasta unidas a un cordel que reposan sobre su pecho, sus manos trabajadas por el tiempo y la vejez...
Un hombre que cuando te mira transmite templanza, sabiduría...
Un hombre que impone respeto, que no viste traje de Armani pero si una camisa a medida, comprada en la camisería Burgos allá por el año 1978. Y aún la plancha su esposa, para que la luzca con su pañuelo de seda anudado al cuello, con su chaleco verde de lana y sus pantalones de tergal. Y esos zapatos negros... Rugosos en la dobladura, pero repletos de cepillo y betún.
Un hombre al que su esposa siempre le llevó impoluto, o al menos eso decía siempre en el Café de Chinitas ó en el Café de Oriente, cuando alternaban con la vecindad.
A ese hombre los años le trajeron arrugas, vejez, prozac y cataratas, pero aún camina solo todos los domingos en la mañana, para arrimarse al rastro a comprar algún sello de saldo.
Y llegará el día en que haya que ayudarle a caminar, llegará el día en que necesite de un hospital para mejorar y calmar sus achaques. Pero de momento, luce como el sol en un mundo de viejos con aroma a mundo y sabiduría.
No le toques. Dejará de contarte cosas.
No le toques...Aún.
Un saludo.