En realidad, los vehículos de combustión fueron la solución al problema de los caballos de
finales del siglo XIX.
El tema de la contaminación por fabricación de nuevos coches no se tiene en cuenta, creo que fabricar un coche equivale al gasto de combustible de circular varias decenas de miles de kilómetros. Como tampoco se tienen en cuenta todos los problemas que supone convertir una parte importante de los coches actuales en coches eléctricos. Una gasolinera actual en una zona con alto tráfico puede tener ocho surtidores. Si se sustituyen todos ellos por otros tantos puntos de carga rápida para coches eléctricos (40 a 50 kW), significa que vamos a una instalación de media tensión (creo que es a partir de 300 kW, pero no me hagáis mucho caso): necesitamos una estación transformadora y cableado para suministrar el fluido eléctrico. Supuesto que la carga rápida tarda veinte minutos, frente a los cinco que tardamos en repostar, seguramente habría que contar dos puntos de carga por cada surtidor de combustible. Estamos hablando de que una estación de recarga de autopista podría consumir tanto como un pequeño polígono industrial. Con el agravante de que estaría sujeto a una variabilidad extrema: unas pocas cargas a la semana durante nueve meses, saturación durante las fechas de vacaciones. Hay que aumentar la capacidad de la red eléctrica, cuando tengamos que pagar la factura vamos a alucinar.
Naturalmente, es posible generar el fluido in situ. Una opción es mediante energía solar. El sol proporciona poco más de 1 kW/m², necesitaríamos 20 m² por cada punto de carga, más o menos el doble de tamaño de un comedor pequeño. Lamentablemente, los paneles fotovoltaicos tienen una eficiencia de entre un 15% y un 20% -los 20 m² se transforman en 100 m², el tamaño de una vivienda de tamaño medio alto. Supuesto que vamos a tener un ángulo perpendicular a los rayos solares, que es mucho suponer: los huertos solares suelen colocar las placas en posición fija. Las placas tienen una vida útil de 20-25 años. El sol tiene la mala costumbre de lucir hasta 15 horas en verano y no más de 8 horas en invierno (en España, en países situados entre los trópicos la variación anual es mínima, en países situados por encima de los círculos polares la variación anual es máxima). También se podría optar por aerogeneradores, pero el viento no sopla igual en todas partes y tienen un impacto brutal sobre los grandes planeadores (buitres y similares). Queda el tema de almacenar la energía sobrante de forma eficiente (baterías es la mejor opción, pero las baterías tienen limitaciones en cuanto a capacidad de liberar o recibir energía a alta velocidad; en los coches no importa porque normalmente se supone que se cargan lentamente, pero las baterías de las estaciones de recarga podrían tener ciclos vitales cortísimos).
Hay que aumentar drásticamente la capacidad de generación. La buena noticia es que incluso quemando carbón, las centrales eléctricas son más eficientes que los coches quemando gasolina (hasta el 45%). Hay que aplicar unas pérdidas inferiores al 10% en el transporte del fluido desde el punto de generación hasta el vehículo, pérdidas por calor durante la carga (¿otro 10%?) y una eficiencia por encima del 90% a la hora de circular: un 30% de eficiencia o mejor. Si la central es de gas, la eficiencia sube al 60%, la eficiencia al llegar al coche es de más del 40%. Un coche de combustión interna tiene una eficiencia de un 30%. Mucho trabajo para tan poco beneficio.
Están los coches de hidrógeno, pero producir hidrógeno a partir del agua supone, según física clásica de esa que estudiamos todos, que emplearemos 4 veces más energía para liberar el hidrógeno de la que produciremos recombinándolo con oxígeno. Usando hidrocarburos, ganamos eficiencia. Irónico. Sin olvidar que es muy problemático almacenar hidrógeno (el átomo es suficientemente pequeño como para filtrarse a través de materiales sólidos, se combina con el hierro formando FeH3, que es muy quebradizo), que es un gas peligrosísimo (se combina con el oxígeno con gran eficacia, como se vio en el Hindenburg).
Naturalmente un pequeño sol en cada central ayudaría. Pero las centrales de fisión se consideran peligrosas (aunque si comparamos la eficiencia por unidad de masa, el uranio es mágico: 5 g equivalen a 1 T de carbón, 570 l de petróleo o 500 m³ de gas). Habrá que esperar a las centrales de fusión. Siempre faltan 20 años para que funcionen.
En resumen: nadie nos está diciendo la que se nos viene encima (deberían, la fiesta la pagamos nosotros), es muy probable que la única respuesta a corto y medio plazo sean más centrales nucleares. Con centrales térmicas, estamos llevando el tubo de escape más lejos. Con centrales de energía renovable, tenemos el problema de la baja densidad energética (pensemos en las geotérmicas, solares, mareomotrices y eólicas), de la enorme variabilidad de la fuente de energía (centrales hidráulicas, solares, mareomotrices y eólicas).
Pero divago.