Imagen impactante
Su imagen de un lobo saltando una verja al atardecer en una finca de Ávila impactó al jurado. Y no era fácil. Competía contra 43.135 instantáneas de autores de 94 países. Pero los jueces lo tuvieron claro. Mark Carwardine, su presidente, explicaba ayer que pasaron dos meses encerrados en una habitación oscura visionando las miles de imágenes a concurso. «Cuando vimos la foto del lobo ibérico, supimos que era la foto perfecta, contaba la historia de la vida salvaje, era la ganadora», afirmó.
Rodríguez explicó la historia íntima de esa fotografía: «Es mi foto imaginada, primero la soñé hace ocho años». Luego empezó a buscar la manera de hacerla. Está tomada con lo que se denomina una «trampa infrarroja». Colocó un sensor de movimiento en una valla de un monte de Ávila,de tal modo que cuando el animal saltara la barrera, la cámara se disparara.
Al otro lado colocó comida y tres focos, uno en contra del cerco y los otros dos en oblicuo, a 45 grados sobre el ángulo de la cámara. Lo más complicado, contó, fue atraer al lobo. El animal se fue acostumbrando a saltar aquella valla para conseguir la carnada y a la luz de los flashes.
Rodríguez conectaba la cámara por la tarde y, a la mañana siguiente, acudía al lugar para comprobar los resultados. La cámara tan sólo captaba dos imágenes, los dos saltos del animal, buscando la comida y marchándose. Fue modificando el encuadre y la iluminación y pasaron dos meses hasta que consiguió la foto perfecta.
La instantánea está tomada al atardecer y por uno de los extremos escapa un trozo de cielo que encierra el bosque, lo que le da a la foto una belleza especial. La foto recoge además todo el simbolismo del lobo ibérico, transmite un mensaje. «El lobo está cazando, es una foto de depredación, pero no es desagradable para el que la ve, como lo sería si estuviera degollando a una oveja. Se intuye que está cazando, que está atacando los intereses del hombre, pero por ningún lado se ve sangre. Es una foto de caza sin sangre y te deja en el misterio de saber por qué salta. Tiene el mayor contenido simbólico que yo quería», afirmó ayer el autor.
Rodríguez quiso también reivindicar el buen momento de la fotografía española de naturaleza, que está experimentando un boom en los últimos años: «De alguna manera, esto viene a señalar que los fotógrafos de naturaleza españoles estaban haciendo las cosas muy bien y que tenemos ideas tan buenas como las de fuera. Buena parte de las mejores fotos se están haciendo en España». De hecho, es todo un símbolo que la mejor foto de vida salvaje del año no haya sido la de una selva remota o una fiera salvaje, como en otras ediciones, sino la de un cercano monte español.
En su libro de memorias naturalistas titulado '33 sonrisas y una lágrima'(Editorial Fondo Natural), Rodríguez habla de fotografía, de fauna y, sobre todo, de su gran pasión, el campo español y sus gentes, a los que ha dedicado décadas de trabajo. Con brillantes resultados.