En Japón, la búsqueda de la belleza se relaciona con la disciplina y elevación del espíritu. Nuestros antecesores buscaron en el Shodo (arte de la caligrafía), la belleza y la pureza para el refinamiento del espíritu.
Yukei Teshima (1901-1986) fue quien tomó la iniciativa de crear un estilo nuevo en el Japón, aunque manteniendo las bases del arte de la caligrafía china, que todos dominaban, poseedor de 4.000 años de historia.
Fundó el “Dokuritsu Shojindan”, y su intención era “crear el desarrollo del Shosho”, cimentado en una nueva ideología clásica.
La idea era manifestarse en un espacio “el papel”, utilizando la técnica de la manipulación del pincel, basándose en los elementos clásicos. El Shosho fue acogido como una manifestación de inigualable habilidad, enriquecido por nuevas ideas.
Yukei fue un calígrafo que, en su búsqueda por el mundo de lo clásico, se concentró en la búsqueda de un principio común, que fue llamado “principio de la invariabilidad”. Él estaba convencido de que esta investigación permitiría captar el principio de la actividad de la creación y de que, al mismo tiempo, estaba vinculada a la apertura de la visión hacia la caligrafía moderna.
Shosho, término que significa “forma apropiada de la caligrafía”, indica que no es suficiente solo con la forma de escribir, la caligrafía debe manifestar, de manera exacta, el sentido que el lenguaje posee.
Yukei estaba convencido de que a partir de allí se concebiría un arte inédito, sin comparación en el arte a nivel mundial.
Yukei pensó que la exaltación de la escritura tradicional era obsoleta y, en su obra, él la negó y la destruyó. El filósofo Takeshi Umehara dice con mucha propiedad que “Yukei Teshima revolucionó la caligrafía”.
El espíritu de Yukei ultrapasó los límites del pequeño Japón, y él fue conciente de que se convirtió en un artista que podría darle a la caligrafía un carácter internacional, creando y enviando trabajos del género Shosho, que constan de un reducido número de caracteres, de tal manera que las personas de cualquier nacionalidad pudiesen entenderlos.
Desde la época de estudiante, aprendí con mi padre Yukei, usando copias de las caligrafías.
Ahora, yo busco darle una forma diferente a los trabajos del Shosho y, al mismo tiempo, busco elevar la espiritualidad por medio de ello.
Es importante practicar usando ejemplos para perfeccionar la técnica, pero eso sólo no basta para alcanzar la originalidad en la caligrafía.
Además, si de una caligrafía, que aparentemente no fue hecha con habilidad, emana el sentimiento del autor, esta obra puede emocionar a las personas.
El sentimiento de olvidarse de sí mismo, tratando de buscar la verdad y dar lo mejor de sí cuando se empuña el pincel, es muy noble.
Originalmente, el concepto japonés de “do” es el de transitar un camino buscando la perfección.
Yo pienso que independientemente de si se posee una gran habilidad o no, la esencia del arte de la caligrafía, es la búsqueda sincera de la perfección.
En el mundo de la nueva caligrafía existe una corriente que intenta aproximarse a la pictografía en busca de la belleza de la línea y el espacio, y otra en la cual la espiritualidad pasa a formar parte del contenido de las letras.
Siguiendo el razonamiento de la primera, sería posible producir trabajos personalizados sin recurrir al estudio de las técnicas de la caligrafía; en la otra, tendríamos los trabajos de renombrados sacerdotes y literatos, que independientemente de la habilidad, pueden tener una profunda expresividad. Sin duda, cuando se crea una caligrafía, esto es algo que fluye, nace del corazón.
Yo estoy seguro de que hay dos caminos para llegar a la cima de las bellas artes:
El perfeccionamiento del arte a través de la práctica continua de las técnicas clásicas y el perfeccionamiento por medio del entrenamiento de la mente.
En el cuerpo humano debe existir la energía de la luz en forma de fotón, como partícula de quantum. La luz es la radiación más sublime. Se puede denominar como la sobreposición de líneas y, también, se puede llamar luz a los intervalos entre las líneas.
Y, todavía más, originalmente la luz es el símbolo de sí misma. El verdadero origen del hombre es la luz.
Un día, repentinamente, se hizo la luz. Yo alcancé la luz que estaba ansiosamente aguardando en lo más profundo de mi sentimiento. La luz es la fuente de la vida, es la patria, es el lugar de descanso. Quiero describir el espíritu desbordante en el ansia del descubrimiento de mí mismo y partir hacia la eternidad.