Claudio
Baneado
...el señor Garrote, y me dijo que me la podía quedar. ¡Glup!, tragué saliva al no saber, así por sorpresa como me pilló, qué hacer ni qué decir ni cómo actuar ante tan sugerente "señora". El caso es que me la guardé en el bolsillo, con la pecaminosa idea de que en cuanto llegara a casa le iba a dar un gran y lúbrico sobo. Así hice nada más llegar. La abrí, la miré por arriba y por abajo. Le descubrí todas sus entrañas, la fotografié, la acaricié y..., en fin, el resto os lo evito puesto que ya os lo podéis imaginar. Era tanta la emoción y tan poquita cosa lo que tenía en mis manos para poderla agasajar como era debido, que el resultado de nuestro primer encuentro no fue todo lo satisfactorio que uno podía esperar. Espero la indulgencia de todos los que esto veáis, si es que acaso alguien ahí hay, pues como ya dije, dije no es la "cosa" que tengo, llamada, más corrientemente, "cámara".
(No es buena, sino todo lo contrario, la calidad de estas fotos. Pero al menos quiero que sirvan como testimonio de la generosidad de Antonio, y de mi enorme agradecimiento por este inesperado, y casi seguro inmerecido, regalo que me hizo.)
(No es buena, sino todo lo contrario, la calidad de estas fotos. Pero al menos quiero que sirvan como testimonio de la generosidad de Antonio, y de mi enorme agradecimiento por este inesperado, y casi seguro inmerecido, regalo que me hizo.)