Recuerdo cuando salió este reloj, siendo yo un crío, mi amigo Alvaro y yo entramos a preguntar su precio a una relojería donde lo tenían expuesto. No recuerdo el precio pero, evidentemente, era absolutamente inalcanzable. El dueño de la relojería, bastante gil, por cierto, después de decirme cuánto costaba, me preguntó, con evidente recochineo: "¿Cuántos quieres, chaval?". En aquel momento mi padre tenía que viajar a Canarias por motivos de trabajo, así que tenía pensado pedírselo, por lo que, muy chulín yo, le contesté al dependiente algo así como "Sí, me lo voy a comprar, pero no en esta relojería", con la intención de volver de nuevo a enseñárselo cuando lo tuviera.
Ni que decir tiene que mi padre no me trajo el deseado Pulsar de Canarias. Pero mi amigo Alvaro no tardó en conseguirlo, pues su padre se lo compró en uno de sus viajes al extranjero. Este Alvaro siempre fue, además de mi mejor amigo, mi gran envidia relojeril de entonces.