yuri
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Estupendo hilo, impecablemente escrito.Me ha removido un montón de recuerdos. Creo (y seguramente esté equivocado), que ese reloj que muestras conecta con tu estado de ánimo mas que otros seguramente más caros. A mí no me dice gran cosa, pero me pasa parecido con algún reloj que tengo. Me ocurre como esas mujeres que no les ves nada en especial que las haga destacar... y no te las quitas de la cabeza.Buenas tardes a todos. Comienzo por pedir disculpas por hablar de un reloj que, aunque elegante, por su sencillez y reducido precio probablemente la mayoría considere indigno de protagonizar un hilo, pero no me resisto a compartir la enorme satisfacción que me está dando su posesión y lo sorprendido que me encuentro yo mismo al comprobar como, en su sencillez, ha logrado lo que parecía imposible... relegar a todos mis demás relojes a la profundidad de un cajón desde hace más de dos meses.
Advierto que hoy tengo el día un tanto iconoclasta, así que confío en que todos Vds. se lo tomen con humor y no me condenen a exhibirme por la plaza mayor con un capirote en la cabeza y un Lotus Shiny en la muñeca.
Todo empezó cuando hace algún tiempo comencé a cometer la herejía de preferir los relojes de cuarzo a los mecánicos. Tras años de comprar, vender, utilizar, disfrutar y sufrir toda clase de relojes de cuerda y automáticos, gastando en ellos más de lo que me estaba permitido y ocultando siempre mi muñeca del ojo inquisidor de mi MDD, la cual, afortunadamente, no sabía distingur esos sutiles matices que a nosotros no se nos escapan, y supongo que cuando iba alternando entre mi colección de vintages pensaba que siempre llevaba el mismo reloj viejo y usado, de esos que a ella le horrorizaban y que definía despectivamente como "reloj de viejo", o en días menos amables "reloj de muerto" (a saber cuantas veces tendría razón...), pues bien, tras aquella época en que lo mismo ocupaba mi muñeca un Duward que un Omega, un Longines que un Cauny, sintiendo (o creyendo sentir) ese "alma" o ese "algo especial" que todos atribuimos a los viejos mecánicos, imprecisos pero encantadores, comprendí que allí no había alma que valiese, salvo la que pudiese derivar de alguna impregnación proveniente de su antiguo propietario (opinión discutible, pero ardientemente defendida por personas tan respetables como mi MDD e Iker Jimenez), que la inexactitud no dejaba de ser un coñazo y que la única ventaja práctica que aquellos relojes tenían sobre mis cuarzos era que cuando compraba algún viejo mecánico en internet mi habilísimo relojero de cabecera siempre se las componía para ponerlo en perfecto estado de marcha, mientras que cuando compraba un cuarzo defectuoso en la mayoría de los casos o no era reparable salvo sustitución del calibre, o nunca volvía a funcionar bien del todo.
Una luminosa mañana de primavera tuve aquella revelación cuando me dije, "pero coño, Sorel, ¿que tradición suiza, que montañas del Jura, que nostalgia por el antiguo modo de manufacturar las cosas ni que puñetas, si tu te has criado en la época del Space Invaders, de los desnudos de Victoria Vera, los videos VHS y el Seat Ritmo?, ¿que narices te importa a ti que Monsieur Breguet -señor de quien escuchaste hablar por primera vez hace poco más de 10 años- se dejase la vista y las uñas construyendo un turbillón cuando Mozart andaba por ahí de gira, o que nunca un Patek vaya a ser del todo tuyo, sino que tuyo sea solo el placer de ver desde el otro mundo como tus sobrinos se pelean por él en una notaría?... ¿no comprendes que la única tradición de reloj mecánico que hay en tu vida es la de aquel Duward que te regalaron por la primera comunión, un trasto que a los pocos años suspirabas por cambiar por esos novedosos Casiotrones y Citizen Multialarm que te aceleraban el pulso, y aún antes por uno de aquellos inalcanzables Texas Instruments de mágicos números led rojos, como el que algún desvergonzado compañero de colegio de familia rica no tenía empacho en restregar ante tus envidiosas narices?... querido amigo, tu eres un hijo de la época de la electrónica, la de los avances a velocidad exponencial, la de la magia de lo novedoso, lo preciso, el solid state, los circuitos verdes y dorados y su limpia e implacable exactitud"...
Y entonces comencé a ver los cuarzos con otros ojos, y comprendí que la auténtica "tradición" de mi vida (no la que otros querían venderme) era la de los relojes electrónicos, y el F91w aterrizó en mi muñeca.
Aquello fue el origen de un nuevo trastorno obsesivo, el de comprobar compulsivamente la exactitud del reloj con la del reloj atómico de internet, pero eso da para otro hilo. Eso sí, lo cierto es que comencé a apreciar que la precisión de mis relojes se midiese en segundos, y no en minutos, y el volver a llevar un casio de resina negra en la muñeca en mi madurez (de edad, que no de mente) reavivó en mi viejos sueños juveniles, me devolvió la alegría, hizo que mi corazón volviese a latir al recordar mi primer amor imposible, borró mis arrugas, logró que naciese nuevo pelo de mis entradas y me sorprendí a mi mismo apartando de nuevo el flequillo de mis ojos... había vuelto a la juventud (ruego que mantengan Vds. el secreto, estoy pensando en patentar este método contra la calvicie)
Pero bueno, la cabra tira al monte y pronto el Casio F91w se hizo demasiado vulgar como para llevarlo en mi día a día y en mis compromisos sociales y laborales, comenzó entonces un pequeño desembarco de Longines Presence, Omega de Ville, etc, además de la búsqueda imposible de algún modelo ultraplano de Maurice Lacroix del que ya hablé en otro hilo. Poco a poco se fue materializando en mí la nueva imagen icónica de lo que era el reloj correcto... redondo, dorado, correa de piel, pequeño tamaño (30-33 mm), extraplano, el típico reloj de vestir de los 80 en adelante que todos conocemos en múltiples marcas, y del que ya hablamos en alguna ocasión, ese estilo cuyo grial estético serían los antiguos Rolex Cellini (aunque mecánicos en ese caso). Eso sí, debía tener segundero, porque aunque lo más sencillo y elegante pueda ser un reloj de dos agujas, me pone muy nervioso pensar que la pila se pueda acabar y que no me entere, haciéndome llegar tarde a algún compromiso laboral importante.
Y entonces vi al Papa Francisco con su Casio MQ24, y me compré uno.
Parece mentira que algo tan simple pueda llegar a ser tan atractivo. Sencillo, elegante, con un clasicismo moderno (creo que el modelo data de 1989, o al menos lo he visto en algún anuncio de ese año), ligerísimo, apenas lo sientes en la muñeca... y bonito, terriblemente bonito (por subjetivo que eso sea) con esa numeración simple y esa esfera tan limpia y blanca. Comenzó a ocupar mi muñeca con sospechosa frecuencia, y es que el puñetero era como ir en alpargatas... cómodo y relajante cada vez que miraba la hora en él con su inmejorable legibilidad. ¿el reloj perfecto?
casi, todavía quedaba un paso que dar...
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