La verdadera historia de los Vampiros y hombres lobo
Como bien se ha expuesto anteriormente Vlac Tepes, fue un príncipe rumano del siglo XV, cuyo sobrenombre de Drácula se debió a que era el hijo de Vlac Dracul. Aunque la historia muestra que este príncipe resultó ser un personaje muy sanguinario (conocido también como "el empalador"), desde luego no fue un verdadero vampiro.
La leyenda sobre los vampiros, recogidas en gran parte en la novela de Bram Stoker, nace y se basa en historias que pasaron de boca en boca a través de los siglos entre los habitantes de las ciudades y pueblos de centro Europa, rodeados de grandes montañas, los Cárpatos, como: Rumanía, Austria, República Checa, Eslovaquia, Polonia, Ucrania, Serbia y el norte de Hungría. Al estar muchos de esto lugares aislados por las montañas, presentaban una alta tasa de consaguinidad o lo que es lo mismo, una alta tasa de enfermeddes hereditrarias, y más en plena Edad Media.
A los vampiros se les atribuye unas características muy particulares: seres pálidos, con múltiples alteraciones cutáneas, sedientos, necesitados de alimentarse con sangre, rehuyen de la luz solar, los ajos y de las cruces, y a los hombres lobos: grandes colmillos afilados y fluorescentes, gran cantidad de pelo por lugares que habitualmente no se tienen, dorso de manos, toda la cara (no solo la barba) y un gran apetito sexual.
En realidad, estos tipos no eran más que pobres e infelices personas condenadas, casi siempre, a morir ya que padecían un grupo de enfermedades metabólicas, adquiridas o hereditarias, actualmente bien identificadas, denominadas
porfirias. En las porfirias se sintetizan en exceso, y se eliminan por orina, unos compuestos químicos denominados porfirinas, que se acumulan en la piel, los huesos y los dientes. Algunas de estas porfirinas sufren una reacción química por acción de la luz, dando lugar a nuevos compuestos que destruyen los tejidos cercanos como la piel, recubriéndose de ampollas o los huesos, que se debilitan y, además, provocan deficiencias en los niveles de las enzimas que intervienen en la biosíntesis del grupo "hemo", parte importante de proteínas como la hemoglobina (la proteína que le da el color rojo a la sangre y transporta el oxígeno a los tejidos), como consecuencia, disminuyen los góbulos rojos de la sangre, produciendo una gran anemia causante de la palidez y debilidad típica de estos pacientes. Existen siete tipos de porfirias, algunas de ellas provocan fotosensibilidad (gran sensibilidad a la luz) y/o hirsuitismo e hipertricosis (exceso de vello en el cuerpo), y tienen grandes dientes y colmillos.
Durante la edad media se creía que la mejor manera de curar la porfiria era a través de transfusiones sanguíneas de animales, lo cual aunado a la fotosensibilidad nos remite a lo que conocemos actualmente como "Vampiros". En ciertos casos de porfiria, la exposición a la luz solar produce llagas y laceraciones graves, incluso grandes desprendimiento de la piel. Entonces una persona enferma de porfiria, que no puede salir a la luz del día y que necesita sangre para poder vivir, los dedos, los cartílagos nasales y auriculares son, con el paso del tiempo amputados, al igual que los labios. Las encías se encogen dejando al descubierto unos dientes despigmentados de apariencia notablemente más grande. Por si fuera poco, el ajo es uno de los factores desencadenantes de los síntomas de la porfiria, ellos es debido a que uno de los principales componentes del ajo, el Dialkilsulfito (un compuesto muy volátil), es un potente destructor de las hemoproteínas (como la hemoglobina), por lo que no sólo con la ingestión del mismo, sino con la simple aspiración del ajo por parte del enfermo, le provoca un agravamiento de su enfermedad, causándole terribles dolores abdominales y acentuando aún más su crisis porfírica. La porfiria llega a producir ciertas crisis neurológicas que pueden conllevar a padecer alucinaciones, trastornos de la personalidad, parálisis en las extremidades y en los músculos respiratorios, provocando, finalmente, la muerte.
Por todo ello, no resulta sorprendente que los enfermos de porfiria vistieran habitualmente con amplias ropas negras, cuellos y solapas alzadas y eviten sobremanera exponerse a la luz solar, etc..., ¿no os recuerda las descripciones más clásicas de un vampiro?.
Por otro lado, otra de las manifestaciones de ciertas porfirias es el hirsutismo y la hipertricosis facial, que da al hombre el aspecto del clásico "hombre lobo". Debido a la fotosensibilidad del paciente, el organismo, para protegerse de la luz solar, provoca el crecimiento de vello en lugares tan inverosímiles y sorprendentes como las palmas de las manos, la yema de los dedos, nariz y orejas.
No es casualidad, que a través de la historia estos personajes estén estrechamente vinculados entre sí.
Si no lo creeis, fijaros en el aspecto real de alguno de estos pacientes (obtenidas de internet):
O de un Hombre lobo:
No muy distinto de ciertas representaciones de estos seres de la noche:
Ahora, para terminar, imaginemos el aspecto de un enfermo de porfiria, saliendo en plena noche, en pequeños núcleos rurales de centroeuropa en los siglos XV, XVI y XVII y que éste se encontrase con un paisano…….el susto de muerte estaba garantizado.
En cuanto al gran apetito sexual, muchas de estas porfirias son enfermedades genéticas que se heredan de forma autosómica, por lo que mayoritariamente la heredan solo los hombres, pensad en jovenes solteros, que no se comían una rosca ni por casualidad (con ese aspecto, ya me direis....), aunque lo mismo portando un buen peluco, ¿quien sabe?...:vomito:
En todo caso, una cosa era bien cierta, una buena estaca clavada a la altura del corazón, evidentemente, acababa con su vida y sufrimiento.
Perdonad por el tocho. ¡Espero que os haya gustado! :guiño:
Salu2
Fordham