Centro Relojero Pedro Izquierdo

El cuento de un relojero por amor

danubio

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Este relojero toma el pulso en las
muñecas, desdeña los inventos japoneses
y siente el latido de los hombres.
«Una vez vino un chico con el
Vacheron Constantine de su padre.
No va, me avisó. Me lo acerqué a la
oreja, me lo pegué bien, y oí su tic-tac.
Se ha perdido la costumbre de oír el
corazón de los relojes».


¿Que se supone que le sucedia a este reloj?...

Una historia muy bonita, gracias de nuevo, como siempre Claudio, por estas historias que tan bien traes.

Un abrazo.
 

searas

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Muy bonito, gracias por compartirla. Lo peor es ese regusto que se te queda de que el oficio de relojero está perdido. Yo creo que tiene futuro y que tarde o temprano los relojes mecánicos tendrán otra segunda edad de oro.

Y además, con gente con ganas como Danubio, el futuro está asegurado.
 
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